jueves, 15 de septiembre de 2011

Campanas en el Horizonte

Ella movía sus cejas demasiado rápido y cada vez que se emocionaba daba un pequeño brinco acompañado de una sonrisa perfectamente dibujada. Esa tarde estaba particularmente feliz. Nos habíamos escapado de las labores del campamento a un pequeño bosque ubicado a unos cuantos kilómetros de allí. No era un gran bosque pero habíamos notado la primera vez que pasamos por allí antes de instalar el campamento, que poseía una pequeña área verde y una especie de laguna o agua estancada en la que podíamos jugar.

Yo había llevado una pequeña balsa de madera que trabaje durante todo el viaje desde la Tierra del Fuego hasta nuestra nueva locación. Encontré un pedazo de madera muy liviano y decidí darle forma con la cuchilla de mi hermano. Andreia me dijo que ella lo pintaría si la dejaba ponerlo a flote junto conmigo. 

-          Me ha quedado muy bien, ¿No te parece? –me dijo ella.
-          ¿De donde sacaste esa pintura roja? –le pregunté yo.
-          ¿Te gusta?
-          La hubiera preferido marrón, como las balsas de verdad.
-          Las balsas son del color que uno quiera, además ¿Cuándo has visto tu una balsa? –me preguntó.
-          Nunca, pero eso no significa que no se como es una balsa de verdad. –respondí yo.
-          Pues no lo sabes, sino también sabrías que las hay rojas como esta. En el mundo antiguo todo era de colores. Todos podían tener lo que querían. Y eso si es verdad. Nadie sabe más que yo acerca del mundo antiguo.
-          Eso tampoco es verdad. Tu padre sabe más que tu.
-          Eres tonto Icno, nadie sabe más que mi padre. Es absurdo compararse con el. Yo me refiero a la gente de la comunidad.
-          Es comprensible que sepas más. Yo también lo sabría si fuera el hijo del jefe del campamento.
-          Bueno dejemos de hablar de tonterías, ¿Hemos venido a hacer que el bote flote o no?
-          Si, será mejor que nos apuremos. –dije yo.

Ella se agachó con el bote en la mano y sacando un pequeño lápiz de su bolso, empezó a escribir mi nombre y el suyo.

-          ¿De donde has sacado ese lápiz? –le pregunté.
-          No es lápiz, le dicen tiza o tizón.
-          ¿Andreia de donde has sacado eso? ¿Le has robado a tu padre verdad?
-          Mi padre siempre dice que todo lo suyo es mío, así que no hay de que lamentarse.
-          Tu sabes que robar esta prohibido por el libro. Cuando uno rompe las reglas hay que pagar las consecuencias.
-          No si nadie se entera.
-          Pero tu sabes que…
-          Icno no empieces. –dijo cortante. Tengo suficientes sermones con los de mi padre. Además he encontrado algo que te puede interesar.

Andreia sacó varias hojas de su bolso. Eran unas cuantas hojas antiguas. Probablemente del siglo  XX o XXI y en un lenguaje totalmente desconocido para mi. Me acerque a apreciarlas más detenidamente. Estaban muy bien conservadas para la cantidad de años que tenían, aun tenían ese aroma característico de las cosas del mundo antiguo y estaba todo escrito con tinta.

Siempre tuve una fascinación por las cosas del mundo antiguo, pero cuando se trataba de escritos me volvía loco de la emoción.

-          No puedo creerlo. –le dije a Andreia. Un manuscrito de verdad. Creo que nunca había visto uno tan de cerca.
-          ¿Y sabes que idioma es ese? –me preguntó ella.
-          No lo se, pero lo averiguaré. Lo prometo.
-          Que mala suerte. Tenía la esperanza de que tú supieras. Quiero saber que dice allí.
-           Pero esto no lo puedes ocultar Andreia. Tu padre se dará cuenta.
-          Eso déjamelo a mi. –dijo ella.
-          De ninguna manera. Los cómplices también son castigados. Yo no quiero ser castigado. Me lo contaste ¿Entiendes? Si no hago nada seré cómplice.
-          Cálmate.
-          No es tan sencillo Andreia, tú eres la hija del jefe pero yo…
-          Tú eres mi amigo y no dejaré que nada te pase.
-          No estoy tan seguro de eso.
-          ¿Crees que miento?
-          No es eso, sino que no esta en tus manos el…
-          ¿El que Icno? ¿Dudas de lo que digo?
-          Si, lo hago. Dudo de lo que dices. Son solo estupideces.
-          Vete de aquí entonces. Para que ser amigo de una ladrona, de una mentirosa, de una estúpida. –gritaba Andreia mientras me empujaba con ira.

Crack. Fue un ruido casi imperceptible en la hierba rala que crecía dispareja cerca de la laguna la que me hizo parar en seco. Andreia me empujo fuertemente y caí de espaldas. Me incorporé rápidamente sin hacerle caso a la caída ni a Andreia que empezaba a gritar más fuerte. Bajo mis botas estaba la balsita de madera y el tizón blanco, lo dos estaban quebrados en tres pedazos. Mi esfuerzo de una semana se había extinguido. De nada me sirvió pasarme cinco noches enteras a la luz del fuego tenue del campamento moldeando mi barca con suma ilusión.

De pronto levanté la cabeza con tristeza y reproche y vi la cara de Andreia que ya no gritaba sino que miraba perpleja hacia el horizonte. Una campana se escuchó a lo lejos proveniente del campamento. Vimos como las luces se acercaban desde el oriente, los dos sabíamos lo que significaba eso. Y Andreia dijo: Son los Jinetes.



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